Escuché
ayer el discurso de investidura de Mariano Rajoy. Hoy
escucho la intervención de Pedro Sanchez. Y en este momento estoy escuchando la
replica de Rajoy a Sanchez... Y ¿que escucho? Mis cansados oídos oyen
"cánticos viejos"...
Mi
interior se vuelve al Dios de Jesús de Nazaret. Ese Dios que pretende
"nuevos cielos y nueva tierra", donde more para siempre jamás la paz
y la justicia, la justicia y la paz.
Hubo un
tiempo en el que en mi ingenuidad me dije: es posible el cambio de la realidad
desde la conquista del poder. Hoy caigo en la cuenta de que sólo era posible su
lavado de cara. Y veo claro, en palabras de Gongora, que,
"Un torre fabriqué
Del
viento en la raridad,
Mayor
que la de Nembrot,
Y de
confusión igual.
Gloria
llamaba a la pena,
A la
cárcel libertad,
Miel
dulce al amargo acíbar,
Principio
al fin, bien al mal.
Déjame en paz, Amor tirano,
Déjame en paz."
Por ello
me quedo con Jesús de Nazaret, y las líneas de actuación de su
"gobierno" que buscan la felicidad de los que no lo son a través de
la justicia que se expresa en la ayuda mutua entre los seres humanos. Los pobres,
los hambrientos y los que lloran son los singulares protagonistas y
recipientes del "programa de
gobierno" mesiánico. Ellos y ellas son los que marcan el camino del mundo
nuevo según el Dios de Jesús de Nazaret.
De ahí, y por la fe que profeso, deseo entonar un cántico nuevo: "Que se alegre el cielo y se goce
la tierra, que retumbe el mar y cuanto lo llena; que el campo entero se llene
de gozo, que griten de júbilo los árboles del bosque, delante del Señor que
viene dispuesto a gobernar la tierra. Él juzgará al universo con justicia y a
los pueblos con su fidelidad" (Sal. 96:11-13 BTI). Este es un cántico que obra el
milagro de sembrar en la tierra la semilla de la justicia, " y el fruto de justicia se siembra en paz
para aquellos que hacen la paz" (Sgo. 3:18 RVR1960).
Por ello, dejó a un
lado "los amores tiranos" que propician los poderes de este mundo, y
opto por el amor divino que se mostró en la vida, mensaje, muerte y
resurrección del Cristo de Dios. Soli Deo Gloria